martes, 19 de agosto de 2014

Patricia, la niña escritora




Patricia Suárez Echevarría,  nació en la ciudad de Sancti Spíritus el día 23 de agosto de 1999.
Desde los años finales de la enseñanza primaria ha estado vinculada a las actividades organizadas en las instituciones culturales de la ciudad en ocasiones como modelo del Fondo Cubano de Bienes Culturales y en otras como integrante del taller literario de la Casa de Cultura. 

En agosto del 2010  participó en  el  Concurso El Tesoro De José Martí organizado por la Sociedad Cultural José Martí en la provincia resultando ganadora de este certamen.

Desde la enseñanza primaria desarrolló el hábito por la lectura. Ya vinculada al taller literario de la Casa Municipal de Cultura fue convocada a participar. en  el Evento Municipal DE VUELTA A LA EDAD DE ORO donde recibió  mención especial en el género narrativa y 1er premio en el género poesía con los textos “La botella “ y “Miedo” respectivamente,

En enero de 2013  participó  en el Encuentro Debate Provincial de Talleres Literarios alcanzando  el 3er premio en poesía con “Miedo”.
En el año 2013 obtuvo premio en el género poesía correspondiente al Concurso Municipal Martín Colorín.
Participó en el  Encuentro Municipal de Niños Escritores DE VUELTA A LA EDAD DE ORO alcanzando el  2do premio en el género narrativa  con el cuento “El güije, la verdadera historia” y con este mismo cuento alcanzó el  2do premio en el género narrativa en el Encuentro Debate Provincial de Talleres Literarios Infantiles.
Participó en el Concurso Jóvenes de Poesía convocado por el 500 Aniversario de la Villa de Sancti Spíritus alcanzando el Premio Jóvenes el 4 de junio de 2014.

Aquí les presentamos una pequeña parte de su obra literaria.


Miedo

El bosque emite un silbido, su verde me rodea en silencio. Tiemblo, la soledad causa extrañeza. Sigo sobre el sendero, lejos de casa; Hansel y Greter parecen tan cercanos. De una sombra emerge una anciana de nariz larga, se abalanza hacia mí y corro sin rumbo. Siento frío cuando me toca, me escurro entre sus manos. El tiempo se paraliza. Cierro los ojos para despertar, pero no puedo.

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Camina
 
I

Camina,
Acecha el polvo que sacude por las calles
Y se convierte en sueños.
Mira,
Las casas son diferentes,
Arrugadas  con el tiempo.
Siente,
El sonido te estremece,
Y cuenta algo.
Camina, mira y siente,
Para que resbales con la sangre,
La sangre de mis abuelos
Y descubras el sabor de esta historia.
Experimenta el olor de los olvidos
Y entonces únete,
Forma una sola ciudad,
Ciudad de vida entre los muertos.
Ciudad de muerte entre los vivos.

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La botella

Un joven nada en la playa. Da varias volteretas en el agua, se sumerge y percibe una botella enterrada en la arena, la alcanza. Corre a la orilla y lo examina, de ella saca un papel manchado por el tiempo: solo se puede distinguir unas coordenadas borrosas que lo conducen a una palmera. No lo piensa y parte hacia el lugar indicado. Allí está la palmera, inmensa, mueve la roca y comienza a cavar. En pocas horas descubre un cofre. Es perfecto enchapado en oro, tiene figuras talladas con maestría única, pero no logra moverlo ni un centímetro, así que decide abrirlo allí mismo. Lo que había dentro nunca se sabrá. Él joven ha desaparecido. Solo se escucha un sonido en el agua y otra botella misteriosa vuelve al mar.






martes, 10 de junio de 2014

En la expo Horror Vacui


En la expo.
La noche del 4 de junio se inauguró, en la galería Encanto, del Hotel Plaza, mi exposición de pinturas Horror Vacui.
Aquí les dejo algunas instantáneas del momento y las palabras al catálogo escritas por el crítico de arte y narrador Maikel José Rodríguez:

"Horror vacui: expresión latina que describe el relleno de todo el espacio disponible en una superficie pictórica. Más que una característica formal, es un sentimiento experimentado por los escribas egipcios, los arquitectos barrocos y los pintores naif, renuentes a dejar en sus composiciones ni un solo segmento sin decorar.
Elda Urquiza, mi esposa Sonia, Nubia e Irina.
No es casual que este celebre latinismo dé título a la más reciente exposición personal de Hermes Entenza: una delicada selección de quince piezas elaboradas sobre papel manufacturado, donde el miedo al vacío no remite a las atmósferas opresivas y desordenadas de los interiores victorianos, ni a la excesiva acumulación de ideogramas o motivos decorativos. Todo lo contrario; en ella, los fragmentos «que faltan» se erigen en clave sine qua non para comprender el significado último de las obras. Así, objetos varios, fenómenos meteorológicos y accidentes topográficos están significados por su ausencia, cosa que, paradójicamente, los hace más potentes, más misteriosos. En resumen, deslumbran por aféresis, por su anulación exprofeso, recordándonos el temor visceral a la nada en estado puro, al signo que hiere y mata, a la capacidad destructiva de lo sagrado, que usualmente necesita filtros para manifestarse.
Ellas abrieron el espectáculo
tocando a dos violines La Bella Cubana
de José White.
Por otro lado, Horror vacui establece punto y aparte con la apabullante monumentalidad que caracteriza a gran parte del arte actual. Es como si el artista nos recomendara volver los ojos al oficio benedictino, al trabajo concienzudo del artesano copista o del iluminero monacal, capaces de recrear el mundo entero con pigmentos y pinceles sobre un trozo de pergamino púrpura. Solo que él lo hace desde una perspectiva contemporánea, aunando rigor conceptual y destreza técnica para manifestar lo sublime sin desacreditar el oficio pictórico, cuestiones que Hermes ha venido trabajando con acierto desde hace algún tiempo, y ahora retoma una vez más, embebido para siempre por el espíritu medieval que aún caracteriza a la antigua villa del Espíritu Santo".

                                                                      
Maikel José Rodríguez Calviño

viernes, 30 de mayo de 2014

Invitación


Invito a todos a mi expo personal
en saludo a los 500 años de la surreal villa de Sancti Spíritus.
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martes, 13 de mayo de 2014

Equívocos


El mundo es pequeño, dirían aquellos que piensan que sí, que en algún lugar desconocido nos veremos de repente en una calle fría, o que tropezaremos con alguien conocido en otra playa prohibida  llena de gente rara y hambrienta.
Es difícil creer tal insinuación, pues no sabemos nada de este mundo que no es tan pequeño y no aparecerá el amigo, justo cuando las deudas me estén matando, ni llegará la doctora vecina cuando en un hospital distante, una enfermera, en total frenesí, me inocule en vena ese líquido malévolo que destruirá mi cuerpo en menos de un segundo.
Si el mundo fuera tan pequeño esa muchacha que me indicó la ruta del tren en la medianoche de Berlín, estaría siempre mostrándome el camino y nunca sería posible el pensar que la vida es una mierda, una mierda de verdad porque el mundo es tan pequeño que todo se vuelve una mierda, pero el mundo no es tan pequeño y nadie me indicará el camino nuevamente y la enfermera ya estará preparando la aguja en algún lugar de este planeta y ahora llueve y la vida, a pesar de que el mundo no es tan pequeño como ese que sueñan los ilusos, puede ser una mierda cuando sentado en cualquier parte de este mundo, aparece alguien conocido. 

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El sol de la mañana le da en el rostro asustado por el sol. Su mejilla parece un campo sembrado de arroz hace apenas un mes, pues pequeñas pronunciaciones llamadas pelos, salen de los charcos como espigas orientándose hacia el cielo, pequeñas y mal formadas.
Sus manos están construidas con una potente piel que ha acariciado otras pieles remotas y cotidianas de forma magistral. Sus manos saben de otras manos, como las de casi todo el mundo, pero estas manos saben más que esas otras que caminan balanceándose por la avenida pendientes de otros cuerpos.

Su lengua acaricia otras lenguas cotidianamente. Podríamos pensar que es lo mismo una lengua u otra, pero la suya sabe la diferencia entre las dos lenguas protagonistas de esta que marcha entre los dientes por la avenida principal, húmeda y feliz de avanzar hacia la lengua madre, esa que sabe distintamente a las otras que ha probado.
Sus pies van cubiertos por unas porciones de piel, zapatones gastados por el talón, pero exactos y seguros al caminar, resguardando los dedos que hace un rato yacían sobre un lecho donde unas manos delicadas los toqueteaban al amparo de una música feliz y crema para la piel. Ahora se dirigen a otras manos más furiosas, manos que quizás ni atiendan sus reclamos, pero que sí acariciarán otras partes del mismo cuerpo, trayendo una similar sensación de felicidad.

Con un estornudo bajo el sol de la mañana, de su boca sale, como un disparo, un chorro imperceptible de un líquido incoloro. Sale lleno de animales microscópicos que maldicen el exilio en plena calle, pues la idea era inundar otro cuerpo caliente e introducirse en otra piel vía vulva conocida u otra boca cándida y conversadora. Los escrotos van conformes junto al pene perforador; ya tuvieron trabajo en la mañana, pero la psiquis de un buen aparato reproductor y de placer, no tiene tiempo de relax, menos en esta mañana en que el sol cae temprano sobre el cuerpo al cual pertenece y que se encamina hacia en encuentro ya previsto.

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Gracias a una pieza de hierro que sale de la pared, el hombre no cae al suelo. Las extremidades colgadizas suponen un viejo brujo ahorcado en la más remota inquisición de España; el doctor, observando a lo lejos al paciente, podría ser un Torquemada diestro y sutil. De su cuerpo atravesado por agujas e inundado de flema, se trasluce un corazón y entrañas deficientes. Los dolores superan la garganta incómoda y llena de glándulas cansadas, fétidas.

La manos cuarteadas y sin brillo, se agarran a duras penas de la pieza de hierro, entre sus uñas de águila y la piel, hay una sustancia sucia que puede ser sangre o sedimentos arcaicos de su bregar por el mundo de los vivos. Sus manos se niegan a ayudar al cuerpo quebrado. Los olores de las axilas y del cuello anuncian que la hora está llegando; lo podemos deducir por los sonidos que salen despavoridos por las carnosidades de la boca: ayyy ayyy.

Pobres ojos hundidos que alguna vez vieron un amanecer fulgurante y cálido. Ahora solo ven la cama sucia, sus vagos brazos que sostienen unas manos casi dormidas y a lo lejos Torquemada que espera que termine todo y llegue el silencio después del último ayyy ayyy.
 


 

jueves, 3 de abril de 2014

Héctor Miranda. No todos los noviembres son de lluvia



La Cueva de Satán o la Caverna del Diablo, como se quiera llamar, amanece con calma; no hay apuro del otro lado de la puerta, pues el bregar continuo no tiene puerto seguro en estos predios.

Allí, detrás de la pared carcomida, justo sobre un montón de heno, el poeta no firma convenios con el tiempo, es monstruo disoluto que hace décadas dejó de ejercer la soberanía en su persona.

Las imágenes, tan borrosas como en la caverna platoniana, no solo por espejo, también por ausencia de pasto seguro, aseguran que falta muy poco para el cierre permanente, pues el poeta está a punto de partir y no hay razón para un recibimiento glamoroso en esta mentira que llamamos La hermosa mañana.

El poeta Héctor Miranda se nos muere, los días están contados para este hacedor de manuales de brujas, de Marlenes esquivas y danzas en las colinas de la Santísima Trinidad rociada con Hidromiel y alcohol de tienda mezclado con Agua de Colonia. Se nos muere Héctor a las puertas de la ciudad y ninguna institución a favor de la cultura se interesa por salvarlo.

Cuando apareció en la palestra espirituana, ya tenía su nombre entre los más grandes; solo que su aparición en el Yayabo fue como un rayo sobre la literatura local. Con su manual de Las Brujas, cosida la boca y mirando de soslayo, nos retrató a todos desde el pastizal. 

Allí danzó convirtiendo su palabra en verbo. Logró discursar velado por sus saberes esotéricos, a la luz del guitarrero y las píldoras del sueño; bailó el vals vienés abrazado a CintioVitier en las puertas del teatro y lo observábamos complacidos de esa feria.  

Pero no todos los noviembres son de lluvia; si en su última palabra publicada reverdecen las colinas, ahora será el confín del mundo el que dicta la sentencia. Ya avizoró sus campos:


*Te regalo mis ojos,
Que ahora ven otras tardes,
Otras mañanas idas, otros oros dispersos.
Te regalo mis ojos que ahora ven tiernamente
Como el azul demora detrás de la ventana,
Mis ojos que ahora ven como se muere el viento.

Pronto veremos un concilio de poetas alrededor del féretro; entonces nos preguntaremos el por qué y nos saludaremos con pesar murmurando frases cortas. Vendrá una cuadrilla de funcionarios culturales con alguna frase conocida y afirmarán que Héctor Miranda era uno de los mejores escritores del país.

Estaremos sordos a las frases palaciegas, pero el bardo estará muerto, tieso, mudo, como nosotros.
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* Ir a Biblioteca a encontrar seis poemas de Héctor Miranda