jueves, 29 de agosto de 2013

Una foto de Samuel Reina





Sucedió en la ciudad de Sancti Spíritus en el Brutal Fest hace apenas una semana. El amigo fotógrafo Samuel Reina hurgó en el paisaje encontrando el momento perfecto del concierto. Allá lejos, los freaks dándolo todo; cercanos,  los gendarmes asombrados de vivir una noche diferente.
En cada rincón hay una estética, pero sin el oficio del creador a veces resulta difícil descubrir los resquicios olvidados o diferentemente vistos. Ya Miguel Ángel planteaba, en el renacimiento, que la escultura se hallaba dormida dentro del mármol, que él era el instrumento para sacar a la luz las formas perfectas que se encontraban dormidas en la piedra.
Aquí está el goce de la obra fotográfica: Una revalorización de lo vivido.

lunes, 26 de agosto de 2013

Marilú



Quiere ser feliz.  La playa está colmada de bañistas, el sol calienta. Marilú descansa sobre una tumbona ornamentada con los atributos clásicos de una muchacha con porte para improvisar una canción. Un velero impulsado por el viento deja oír los gritos de alegría en un baile tropical. 

Es pasado el mediodía cuando la multitud desea un tiempo de relax a la sombra de un cocotero, para beber y acentuar el paisaje surreal.

Se acerca el hombre con la piel impregnada en aceites; tres niños juegan a hacer un castillo de arena. Marilú se voltea para repeler el golpe, pero es tarde. El cuchillo pasa veloz por su cara, dejando una marca profunda y sanguinolenta; el agresor le grita Puta.

Los niños corren al ver la sangre y el castillo de arena se llena de bolitas rojas. El hombre se pierde entre la multitud. Una señora de edad, en trusa verde, ha visto lo acontecido y se acerca a socorrer a la chica.

Marilú al caer al suelo, sabe que muchas veces las historias contadas son distintas a las cantadas, que la suerte no siempre es traída y llevada de mano en mano por los bailadores o por la radio que eternamente canta Marilú.
Quiere darle otro sentido a la vida disoluta que ha llevado, lejos de la playa y de las divinas horas frente a un sol isleño, impregnado en licores exuberantes cuyo espíritu pronuncia los deseos. Abre los ojos.

No espera nada, ya pasó su hora. La playa en invierno es más tranquila. Un débil pero constante sol, crea una sombra tibia con el árbol donde Marilú descansa casi desnuda, con la piel de gallina por las ráfagas de frío.
A las nueve de la mañanalos bañistas no se deciden a nadar, prefieren beber y acentuar el paisaje surreal.

Tres gaviotas destruyen un castillo de arena que envejece por las olas; a lo lejos un velero pasa silencioso. El hombre, con la piel aceitada y lista para el sol, corre hasta ella para socorrerla al ver que una señora de edad, con trusa roja, le ha vaciado en pleno rostro un caldero hirviente mientras le grita Perra.

Se deja caer sobre la arena; sabe que las historias cantadas son distintas a las historias soñadas, y la suerte no tiene nombre, ni dueño, ni mucho menos tiene el poder de manifestarse en la radio que eternamente canta Marilú.

Tiene que darle un destino lógico a su vida; sabe que la vida no depende de su cuerpo esbelto ni de las horas frente a un pedestal equivocado, pletórico de opciones exuberantes y deseos con olor a la impiedad. Abre los ojos.

Siempre ha amado sentarse frente a las olas en la noche. La luna recorta la silueta de una barcaza, de donde llegan a intervalos las voces de sus tripulantes con el ajetreo que conlleva la pesca nocturna. 

Por sus pies, cuando las olas los abrazan, sube un escalofrío que le llega hasta el cuello, erizándole todo el cuerpo gordo que descansa recostado sobre un castillo de arena endurecido por bolitas duras y rojizas. Una señora de edad, con la piel embadurnada de aceites y acostada en la tumbona, trata de llamar la atención del hombre de trusa amarilla que no ha visto como tres jovencitos borrachos patean a Marilú con furia mientras le gritan Fea.
Entre las olas, sacudiéndose los sargazos y la sangre, ve como los jóvenes desaparecen en la noche, mientras el hombre de la trusa amarilla la levanta. Sabe que la vida puede ser un sueño, que a veces las canciones, cantadas o pensadas, se asemejan a esa libertad que también nos inventamos para creernos que no tenemos nombre ni dueño. Sabe que no tiene remedio, que todo lo que ansía en cualquier momento se destruye como se ha destruido su moral frente al océano frío y oscuro. Ni su cuerpo ni los deseos de vivir, ni ese barco que pasa frente a ella, le podrán dislocar su camino. Abre los ojos.

Nunca le ha gustado el mar; le complace mirarlo en sus ratos de ocio desde lejos, ver como los barcos se desplazan bajo el sonido impreciso de sus tripulantes.

Trata de construir un castillo de arena cerca de las olas. Desea que su sangre algún día se mezcle con esos cantos desde la periferia del mundo, donde no importa que le digan fea, perra o puta. Quisiera llamarse Marilú y estar en la cima del mundo con un hombre de piel aceitada, junto a niños y ancianas que la quieran; pero sabe que a veces los sueños son distintos a la vida y que una canción no trae por herencia ni un átomo de felicidad. 

Está sola en la noche de una playa fría. A lo lejos asoma un barco que pretende ser inmenso. Se palpa el rostro con dulzura y camina despacio alejándose del agua, con la certeza de que sin proponérselo, ha aprendido una lección.

lunes, 19 de agosto de 2013

El rey del librero



No existe mundo más cerrado que la biblioteca personal de un intelectual cubano. Entrar al panteón, por casualidad o por buena fe del anfitrión,  es como conquistar un reino a golpe de espada.

Hasta hace muy poco tiempo el precio de los libros en Cuba fue generoso; hoy, a pesar del aumento, comprar un ejemplar sigue siendo relativamente accesible a los bolsillos rellenos con moneda nacional; pero si recordamos la avalancha literaria de los años 70, con las Ediciones Huracán, tendremos la certeza de que nunca antes, ni después, el librero de un lector rabioso estuvo tan bien servido. Fue una aventura editorial, donde el objetivo principal fue presentar, en banda ancha, lo mejor de la literatura universal, aunque las hojas volaran por los aires en la segunda lectura. Las Ediciones Huracán, utilizando las máquinas de lo que otrora fue la imprenta de Selecciones de Reader Digest, cubrieron una época de carencias y vicisitudes con la  característica de dejar la habitación llena de hojas sueltas, casi siempre leídas. 

Pero nada es perfecto en este mundo, y el orgullo de los coleccionistas nunca ha sido un humilde ejemplar de apellido Huracán, pues de huracanes estamos hasta el cuello, aunque guardemos con celo aquellos títulos  cardinales y queridos. Siempre existe un espacio en el librero mucho más íntimo, secreto e inalcanzable por la plebe: aquellos ejemplares únicos, traídos de lejanas tierras, satanizados casi siempre.

Recuerdo petulancias y frenesí  de muchos lectores por poseer LosVersos Satánicos, Doctor Shivago o El Diario de Anais Nin; llegar a casa de un escritor y ver esos ejemplares durmiendo cómodamente en el librero, traía como consecuencia una noche de insomnio tras la negativa del dueño a prestar, al menos por un día, aquellas joyas; entonces comenzaba la estampida, pidiendo al amigo de Madrid, Miami o Estambul un libro, un librito pequeño para aplacar la sed.

Ese espacio VIP en los estantes ha tenido un rey por décadas; poseer sus obras completas lanza a su dueño al escalón social más alto en la selva literaria. Me refiero al inmenso Milan Kundera.

Confieso que he  tenido casi todas sus novelas, agrupadas en el espacio de lujo en mi pequeña biblioteca, casi siempre con sus cubiertas camuflajeadas, cubriendo así sus lomos de algún cazador furtivo; pero ha sido en vano; perdí La Inmortalidad cuando una loca de La Habana me prometió leerla en una semana y devolverla totalmente restaurada; La Insoportable Levedad del Ser sufrió lo inconcebible, pues otro manos largas optó por llevársela en su maleta de emigrante. Así fui perdiendo los mejores y más queridos ejemplares de mi colección.Solo me queda El libro de la Risa y el Olvido, novela escrita en el  año 1978 y la última que he leído; ha sido la más difícil de conseguir en el angosto camino de la literatura Underground. Tendré que seguir la regla de un amigo: No se prestan los libros de Milan Kundera.
Este cantor de la Primavera de Praga desde el otro lado del puente, luego de sufrir censuras y refugiado en París después de obtener en 1968 el Premio de la Unión de Escritores Checoslovacos por su novela La Broma, ha marcado un tono bien alto en las letras; desde su rincón oscuro, con su estilo diáfano, ameno y a la vez punzante, nos ha dado un arte de altísimos quilates, culto y ontológico, sin perder la posibilidad del disfrute terrenal; prosa que va desde lo apolíneo a lo dionisíaco, de la ficción al ensayo en igual tono. 

Un clásico contemporáneo aparece cuando el tiempo no alcanza, la velocidad de la vida crece y a pesar de todo, continuamos leyendo. No podríamos, en una estación de ómnibus o viajando en la P4 de Ciudad de La Habana, leer La Montaña Mágica o Ulises, esos dos monumentos literarios, pero sí al escritor Checo quenos ayudaa no perder la concentración con salidas fortuitas o reiteraciones necesarias, allí donde hace falta reiterar. Leí El Libro de los Amores Ridículos en mi último viaje en tren de La Habana a Sancti Spíritus, solamente así podría soportar esa máquina de acero.

Su principal temática, velada por los miles de callejones que enriquecen la obra, es la emigración; el destierro visto con los ojos de la tristeza y la soledad, el ser inadaptado pero capaz, que se sostiene a duras penas en un mundo prestado; allí está la intríngulis de su obra: la disertación filosófica y huraña, sobre la capacidad del expatriado de entender su entorno y ser reconocido. Si su estilo ha sido clave para su triunfo, los dedos en la llaga contemporánea, con una temática capaz de ser retrato de generaciones, también ha propiciado que sea leído en casi todos los idiomas conocidos y en los cinco continentes.

Faltan muchos años para que el autor de La Vida está en otra Parte sea publicado en Cuba. Podríamos esperar que algún personaje en apuros, en una película cubana, lo mencione con vehemencia, como sucedió con John Donne afortunadamente, un escritor  poco conocido y el cual todos citaron después del filme, hasta que perdió su espacio en la zona de lujo de los estantes personales cuando salió de la imprenta nacional una antología de sus versos. 

Ahora que se han movido los hilos para la cercana publicación de la poesía de Heberto Padilla, quizás arranque la maquinaria y vean la luz sus novelas, junto a otros imprescindibles como Boris Pasternak, Severo Sarduy o Guillermo Cabrera Infante; la lista sería infinita.

Fuerte candidato para el premio Nobel de Literatura, Milan Kundera está ahí, de mano en mano y escondido en el librero, esperando entre libros esotéricos y otros autores también perdidos. Está en la zona más importante del estante, sentado en el trono, con la suerte de ser posiblemente el escritor contemporáneo extranjero más leído y estudiado en Cuba, siempre por debajo de la mesa.

lunes, 12 de agosto de 2013

El señor González

Esta mañana su despertar ha sido seductor; al abrir los ojos la mano cariñosa de su esposa exploró más allá del punto neutro buscando prolongaciones, colmando la escena con un beso fantástico y sólido.

Fue el término de una semana intensa; su labor como Fiscal General del distrito alcanzó gran connotación en la radio y la prensa. Después de mucho bregar, logró la pena capital para el más despiadado asesino de la comarca.

Luego de un tierno desayuno donde manoseó las curvas de su esposa, todavía relajadas por el sueño, sale de la casa el señor González. Da los buenos días al vecino y se marcha a su oficina.

Tiene la mente llena de conceptos; ha hecho demasiadas declaraciones en la semana y las palabras se le quedan rodando como ráfagas.
El cansancio no le ha quitado cierto goce interior; aunque la modestia ha sido siempre su divisa, siente la admiración de todos, sabe que cuando llega a la corte todos los ojos lo siguen, dejando atrás una cadena de murmullos favorables que lo convierten en un hombre de éxito.

El día en su oficina transcurre en paz. Su alegato pacifista y severo contra el crimen ha tenido gran resonancia. Hoy su labor será la revisión del documento para ser publicado. El único toque amargo es la nueva ola de crímenes como respuesta del hampa a la segura ejecución del reo.

Gracias por su llamada señor González, no se preocupe, todo tendrá solución, ya las fuerzas del orden están tomando posiciones en la zona del puerto. Nuestro órgano policial se dedicará exclusivamente a este problema, después, cuando venga la calma, solo quedarán asuntos del tránsito. Gracias una vez más por llamar señor González, lo invitamos esta noche a usted y a su esposa, a la cena de clausura del congreso de inversiones foráneas. El alcalde estará junto a nosotros, y pensamos que una pequeña intervención suya sería genial. Gracias señor delegado, me disculpo pero hoy no podré asistir, es que estoy algo extenuado por la avalancha de sucesos en la semana, necesito reflexionar un poco y ocuparme de mi familia. No importa señor mío, le contesta el delegado de la policía, de todas formas pensaremos en usted, tómese su tiempo. Eso espero, además quiero reescribir el acta de sentencia de mi último juicio para que se guarde en la memoria histórica del tribunal. Eso está bien señor, si puede envíeme una copia por Fax, es conveniente que la policía local archive su intervención. Así será, querido amigo, responde y cuelga.

Han pasado las horas. Por la ventana de su oficina observa el ir y venir de la gente. Su hijo lo ha llamado. Después de aquella discusión hace más de tres años, no se han vuelto a encontrar; hoy recibe su voz con alegría. Parece que todo va cambiando, piensa ya de noche, cuando el auto va entrando a su casa.

¿Cómo ha sido tu día mi tesoro? Le susurra su esposa más bella que nunca. Todo bien mi amor, todo demasiado bien. Ella lo toma de la mano y lo lleva a la alcoba, subiendo las escaleras que a él le parecen excesivamente largas debido al cansancio. Estás estresado vida mía, le vuelve a susurrar; acuéstate, yo me tiraré a tu lado en un instante. Él quiso decirle que su hijo lo había llamado, pero ella no lo dejó terminar la idea. Allí en la cama blanda y tibia sintió la mayor relajación de su vida. Pensó en la felicidad. Hizo un rápido plan para salir de vacaciones a sitios impensables y paradisíacos.

Mientras su esposa lo acaricia, recuerda al asesino que pronto caminará a la silla eléctrica. Siente pena por el tipo, pero sabe que hizo su trabajo. Intenta dormirse; su esposa ha bajado al primer piso y sus músculos están flácidos y dispuestos a volar.
Cierra los ojos y se duerme, pero en ese instante, contrario a lo que pensaba, abre los ojos hinchados. Nunca es bueno dormir en una cama de piedra aunque sea el último día de la vida. Se palpa su barba hirsuta, escupe en el urinario que le han puesto en la esquina de la celda, y reconoce la voz del celador: Oye González, hijo de puta, levántate ya cabrón, no duermas tanto, recuerda que en par de días te vienen a buscar para achicharrarte en la silla que prepararon para ti.

jueves, 8 de agosto de 2013

Réquiem por la Escuela


El Cuartel de Dragones cerró sus puertas a las últimas tendencias del arte y la cultura.
Por varias décadas, la escuela de Artes Plásticas Oscar Fernández Morera, en la ciudad de Trinidad, sirvió de trinchera conceptual a la vanguardia artística; pero partir de septiembre, dicho edificio cambiará de rumbo. En sus aulas, dueñas de colores y experimentos estéticos, habrá un vacío.
Nació como Escuela Elemental, en el año 1976, y en 1989 se convierte en la Academia Profesional Oscar Fernández Morera.El plantel trajo a la provincia un aire fresco para el arte que se realizaba en estos predios. Una pléyade de profesores-artistas egresados de diferentes niveles de enseñanza en el país, se empeñaron en hacer del centro un lugar de confrontación. El resultado no se hizo esperar: la escuela de Trinidad fue, en su momento, el mejor centro docente del país.
Por él viejo Cuartel vimos pasar a lo mejor del arte nacional; vimos proyectos artísticos de insospechados puntos del orbe, disfrutamos de los Salones de Graduados y las Bienales de Artes Plásticas en la ciudad, siendo la institución docente importante rectora; de manera que el nivel de información creció, y la visión de un arte contemporáneo se amplió, incluso para aquellos que nunca comulgaron con el centro de enseñanza.
Basta decir que en la década de los años 90, en sus aulas se formaron algunos de los mejores y más destacados artistas de la nación.
De nada sirvió la historia pletórica de encuentros fortuitos. Para nada valió el empeño, hace relativamente pocos años, de restaurar y ambientar sus muros con obras de artistas de alcance nacional. Nada es eterno, a pesar de algunas sugerencias y opiniones de intelectuales, difundidas por los medios de comunicación. Podríamos preguntarnos el por qué,  pues las preguntas muchas veces resuenan bien dentro del alma, y la respuesta, a lo Bob Dylan, a veces está en el viento.
Sabemos que un local para la enseñanza regular, es posible encontrarlo en cualquier ciudad. No era necesario sacrificar en pan cotidiano y único, teniendo la posibilidad del horno a pocos metros, pero a veces el pan no interesa tanto, solo un horno nuevo que no soporta tanto calor ni tantos panes.
Pensemos en las obras colgadas en sus asustados muros, los ecos del martillo, el olor a aceites y las eternas chácharas sobre las últimas tendencias del arte.
Pero siempre falla, hablando en términos de pintura, la relación figura fondo; y en poco tiempo nadie hablará de la Escuela de Artes Plásticas de Trinidad, y los profesores tendrán que armar sus bolsos de viaje y emprender el camino de regreso.
Con el reordenamiento de la enseñanza artística que se produce en el país, la provincia espirituana pierde su única escuela de alto nivel técnico; es un error que se pagará con los años.
La calle empedrada que recibe al visitante, será hollada por estudiantes de la enseñanza Preuniversitaria. En algún momento de esta nueva fase para el local, habrá entre sus discípulos uno o dos con inquietudes artísticas, y el talento chocará contra la inmensa puerta de entrada, y quizás desistan de su interés por escalar una montaña que les fue negada.
Se acabó el Cuartel de Dragones, y nosotros estamos aquí, callados, viendo cómo se escapa por la chimenea, el último proyecto de cualquier artista en ciernes que aspira, como soñó René Portocarrero, a tocar el sol.



jueves, 1 de agosto de 2013

La Vaca

En el salón principal de tiendas exclusivas hay una vaca. Nadie sabe cómo llegó a este lugar, rodeada de suaves fragancias y vestidos caros. En sus ojos inconmovibles se reflejan las joyas que tras el cristal, le envían destellos luminosos. Mansa y melancólica, profana la alfombra roja con tortas de mierda frente a los prestigiosos clientes en la ciudad.

Todos asombrados se preguntan cómo es posible. Los más creativos aseguran que es parte de una campaña publicitaria para lanzar al mercado algún producto de Swarovski,  Gucci o un nuevo bolso de Louis Vuitton.

La multitud crece frente al rumiante. Los niños  piden a sus padres una foto junto a ella. Hombres y mujeres decentes, admiran la decisión de mostrar un animal en perfecto estado de salud junto a productos de alta calidad.

Los ecologistas se preocupan, no saben discernir por donde viene la embestida de la gran máquina de consumo; ya está el vocero preparado para lanzar una nota de protesta y enjuiciar a la empresa millonaria que montó la escena.

Allí está la vaca luciéndose entre la rancia sociedad. También está asombrada; solo ve largos espejos, luces de colores y grandes extensiones de telas, bolsos y material insípido.

Esto es inexplicable, piensa y muge, mientras se menea con gracia para darle velocidad al rabo, que inútilmente busca alguna mosca en el salón.

Sebastián Mercedes

Se levanta de la cama con un bostezo animal; no ha podido dormir ni una hora en toda la noche. Debe prepararse para su faena en el buró provincial de turismo donde es un importante funcionario. Ha llevado una vida dura en los últimos meses. Un desfalco de enormes proporciones salió a la luz pública, y tiene poco tiempo para probar su inocencia. Está cansado de dar explicaciones a la contraloría nacional que día a día le pide informes y le dejan ver un halo de sospecha de color negro que se expande por las paredes de su oficina y llega hasta su almohada, causándole el desvelo característico que trae el estar constantemente caminando por el filo de una navaja.

Tiene un plan bien preparado: irse a otra ciudad cuando termine la investigación. Pedirá la baja de su trabajo y buscará alguna forma para mudarse a La Habana, Cienfuegos, o cualquier lugar que lo acoja sin manchas.

Sale del baño tarareando una canción a pesar del apagón que lo mantuvo en jaque desde la madrugada; pone la cafetera al fuego mientras unta con apetito un trozo de mantequilla derretida en el panecillo viejo que lleva dos días esperando por sus dientes.