jueves, 8 de agosto de 2013

Réquiem por la Escuela


El Cuartel de Dragones cerró sus puertas a las últimas tendencias del arte y la cultura.
Por varias décadas, la escuela de Artes Plásticas Oscar Fernández Morera, en la ciudad de Trinidad, sirvió de trinchera conceptual a la vanguardia artística; pero partir de septiembre, dicho edificio cambiará de rumbo. En sus aulas, dueñas de colores y experimentos estéticos, habrá un vacío.
Nació como Escuela Elemental, en el año 1976, y en 1989 se convierte en la Academia Profesional Oscar Fernández Morera. El plantel trajo a la provincia un aire fresco para el arte que se realizaba en estos predios. Una pléyade de profesores-artistas egresados de diferentes niveles de enseñanza en el país, se empeñaron en hacer del centro un lugar de confrontación. El resultado no se hizo esperar: la escuela de Trinidad fue, en su momento, el mejor centro docente del país.

Por él viejo Cuartel vimos pasar a lo mejor del arte nacional; vimos proyectos artísticos de insospechados puntos del orbe, disfrutamos de los Salones de Graduados y las Bienales de Artes Plásticas en la ciudad, siendo la institución docente importante rectora; de manera que el nivel de información creció, y la visión de un arte contemporáneo se amplió, incluso para aquellos que nunca comulgaron con el centro de enseñanza.
Basta decir que en la década de los años 90, en sus aulas se formaron algunos de los mejores y más
destacados artistas de la nación.
De nada sirvió la historia pletórica de encuentros fortuitos. Para nada valió el empeño, hace relativamente pocos años, de restaurar y ambientar sus muros con obras de artistas de alcance nacional. Nada es eterno, a pesar de algunas sugerencias y opiniones de intelectuales, difundidas por los medios de comunicación. Podríamos preguntarnos el por qué,  pues las preguntas muchas veces resuenan bien dentro del alma, y la respuesta, a lo Bob Dylan, a veces está en el viento.
Sabemos que un local para la enseñanza regular, es posible encontrarlo en cualquier ciudad. No era necesario sacrificar en pan cotidiano y único, teniendo la posibilidad del horno a pocos metros, pero a veces el pan no interesa tanto, solo un horno nuevo que no soporta tanto calor ni tantos panes.
Pensemos en las obras colgadas en sus asustados muros, los ecos del martillo, el olor a aceites y las eternas chácharas sobre las últimas tendencias del arte.
Pero siempre falla, hablando en términos de pintura, la relación figura fondo; y en poco tiempo nadie hablará de la Escuela de Artes Plásticas de Trinidad, y los profesores tendrán que armar sus bolsos de viaje y emprender el camino de regreso.
Con el reordenamiento de la enseñanza artística que se produce en el país, la provincia espirituana pierde su única escuela de alto nivel técnico; es un error que se pagará con los años.
La calle empedrada que recibe al visitante, será hollada por estudiantes de la enseñanza Preuniversitaria. En algún momento de esta nueva fase para el local, habrá entre sus discípulos uno o dos con inquietudes artísticas, y el talento chocará contra la inmensa puerta de entrada, y quizás desistan de su interés por escalar una montaña que les fue negada.
Se acabó el Cuartel de Dragones, y nosotros estamos aquí, callados, viendo cómo se escapa por la chimenea, el último proyecto de cualquier artista en ciernes que aspira, como soñó René Portocarrero, a tocar el sol.



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