Los hermanos Roberto y Sinecio Franco |
Los hermanos Sinecio y Roberto Franco,
ciudadanos espirituanos, han resucitado después de casi una semana de haber
sido declarados fallecidos. Eran muy populares en la barriada de Colón de la
ciudad de Sancti Spíritus.
El día primero de noviembre del año en
curso, sin causasadvertidas por los médicos, expiraron repentinamente, causando
desolación entre familiares y amigos.
Luego de los rituales acostumbrados en
nuestra cultura, como el velatorio y despedida de duelo a las puertas del Cementerio Municipal, ambos cuerpos fueron sepultados debidamente.
El insólito caso ocurrió cuando el día seis
de noviembre, en las primeras horas del día, cuenta el sepulturero Pedro
Gutiérrez, después de un extraño ruido en la bóveda de la familia Franco, vio
cómo la loza principal se movía hasta
caer estrepitosamente al camino real. Observó después el resurgimiento de los
hermanos, trayendo gran confusión entre los trabajadores del centro.
Cuenta Pedro que corrió como todos sus compañeros;pero
confiesa que lo peor vino después, cuando los hermanos se aparecieron en el
barrio de Colón. La policía local, ha intervenido en el cementerio para pedir
explicación a tal suceso.
Pedro Gutierrez, el sepulturero. |
A tan extraño acontecimiento no ha podido
sustraerse nadie en la ciudad; cientos de personas se congregan día y noche
frente a la casa de la familia Franco.
Los hermanos, escondidos del barullo, no
quieren dar entrevistas a la prensa local; solamente se sabe, después de la
investigación de rigor por parte de médicos y los órganos de la Seguridad, que
están tranquilos y no soportan ni el ruido ni la demasiada claridad.
Ya se han filtrado algunas anécdotas,
contadas por los hermanos a sus familiares más allegados.
Cuenta Roberto que estando junto a su
hermano a la orilla del río, vio cómo este cayó de bruces al suelo y se asustó
mucho. Cuando fue a socorrerlo, tratando de levantarlo, asegura que de pronto
se dio cuenta de que estaba en otro lugar, y la persona que sostenía entre sus
manos no era su hermano Sinecio, era una mujer madura, asegura Roberto, de
espaldas anchas y cabello corto.
Al soltarla, esta cayó sobre un césped muy
bien cuidado, entonces llegaron muchas mujeres maduras y se ocuparon de la
amiga caída. Después de revivirla, lo convidaron a danzar y le ofrecieron una
bebida muy extraña en unas copas muy largas y plateadas.
Cuenta Roberto que nunca se desesperó, y
que cuando trató de hablarles y preguntar dónde estaba, las mujeres se
escapaban de su lado y se escondían entre los arbustos.
Después lo llevaron a una casa de madera
muy alta y le encomendaron la tarea de revolver un caldero humeante repleto de
viandas y vegetales. Así estuvo muchos días hasta que una mujer, bien vestida y
en tacones altos, le dio a probar el caldo en cocción.
Apenas lo probó lo atacó un fuerte dolor en
el abdomen; sintió que sus pies abandonaban el lugar hasta caer en una celda
oscura y fría, que resultó ser la bóveda familiar en el Cementerio Municipal.
Salir de la caja fue fácil, pues esta
estaba abierta; después, con la ayuda de un pico y una pala, logró promover la
lápida principal; fue entonces que a la luz que entró por la grieta, pudo ver a
su hermano ya fuera de la caja, tratando de salir también al exterior.
Roberto dice que no quiere hablar mucho del
suceso porque le da miedo. Cuenta que ha estado muchos años sin trabajar,
viviendo delos ahorros de sus padres y su hermano, que desea dar un cambio a la
vida y se dedicará a vender pizzas en un local pequeño que alquilará en el
vecindario.
La experiencia de Sinecio es completamente
distinta; electricista de profesión, obrero ejemplar en la empresa de
mantenimiento de educación, ha contado a su familia que a la hora de morir se
encontraba junto a su hermano a la vera del río Yayabo cuando de pronto una luz
acompañada por un extraño ruido lo hizo caer al suelo.
Al levantarse estaba en
un largo corredor atestado de fotos de vacas e inmensos barriles cerrados
herméticamente. Caminó asustado durante horas hasta llegar a una salida donde
se encontró, solo y desnudo, frente a un paisaje extremadamente raro, cuenta
Sinecio. Unos individuos callados, de rápido caminar, lo sumergieron en una
tina helada y le pintaron en el pecho un signo que él no pudo reconocer;
seguidamente, con mucho frío y arropado con mantas de color magenta, fue lanzado
con una fuerza superior a las ramas de un árbol repleto de extraños frutos.
Allí se quedó por varios días y nunca sintió ni hambre ni cansancio.
Cuenta que
el silencio era tan grande que sintió su propio corazón latiendo
apresuradamente, y que después de muchos días, cuando decidió por curiosidad
probar el fruto del árbol, escuchó un sonido como del claxon de un auto en el
momento de arrancar la fruta. Apenas pudo probar el extraño dulzor, pues sintió
un impulso violento que lo lanzó contra una vaca que pastaba bajo la sombra del
árbol. Al abrir los ojos estaba en la bóveda del cementerio junto a su hermano
que ya trataba de abrir la puerta para salir al exterior.
Sinecio cuenta que la experiencia ha sido
muy extraña, que su vida ha cambiado y por tanto, debe darle otro rumbo a su
existencia. Comenta que a pesar de llevar una vida tranquila y aparentemente
feliz, desea sentir nuevos aires. Por ahora, dice, quiero conseguir una visa e
irme a Miami a trabajar en lo que sea, pues tengo deseos de comenzar de cero en
cualquier lugar del mundo.
Confusión y desorden frente a la bóveda de la familia Franco. |
La ciudad de Sancti Spíritus está revuelta
con este acontecimiento. Han llegado personas de muchos lugares y diferentes
objetivos;la acera de los Franco está repleta de
religiosos, científicos e incrédulos.
Muchos dicen que ya era tiempo de que en la
barriada de Colón, lugar tranquilo de la ciudad, pasara algo importante.
Parece que la ciudad de Sancti Spíritus es el lugar donde más cosas raras suceden: Desapariciones, pueblos enteros sin descubrir, resurrecciones, enemas con café......¿Ciudad surreal o loca?
ResponderEliminarJajaja, Hermes muy buenas tus historias. Eso es Sancti Spíritus puro, sin chicharo.
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