- Buenas noches
ciudadano. Su nombre por favor.
- Santiago Puentes.
- ¿Qué hace usted a altas
horas de la noche vagando por la ciudad?
- Es que no puedo dormir,
oficial; además, me gusta el aire de la madrugada.
- ¿Qué trae en ese bolso?
ábralo inmediatamente.
- ¿Tengo que hacerlo?
¿Tiene usted el derecho de revisar a los transeúntes?
- Sí ciudadano, abra el
bolso de una vez.
- Sí señor.
- Pero ¿Qué es eso,
piedras?
- Sí, piedras negras.
- Espere, espere
ciudadano…Qué rayos hará usted con esas piedras, ¿Acaso va a cometer una agresión?
Móntese en la patrulla.
- Mire oficial, yo no he
hecho nada malo, no confunda las cosas. Esas son mis piedras, las habituales.
- ¿Cómo dice?
- Las habituales, las que
todos tenemos para resguardarnos de la muerte y la soledad.
- Mire ciudadano, es
tarde, hay frío y no tengo deseos de joder a esta hora. Dígame para qué puerta
o qué persona son esas piedras que usted va a lanzar.
- Oficial… ¿no entiende
que son mis piedras?
- Qué piedras ni un carajo.
Monte en el auto patrulla.
- Aquí patrullero 556.
Con el oficial de guardia, reporta el sargento Oscar.
- Aquí oficial de
guardia. Informe.
- Tengo al ciudadano
Santiago Puentes, con número de identidad 70101603309 vecino de la calle
cuarta, en el reparto Colón. Le hemos incautado de su bolso una gran cantidad
de piedras de color negro. El ciudadano dice que son su resguardo para no
sentirse solo. Recomendamos conducirlo a la primera unidad como precaución de
un posible delito de agresión.
- Sargento Oscar… ¿dice
usted que son sus piedras negras? Entonces no puedo ver cuál es el delito.
Explique con calma.
- Mire oficial, el
ciudadano habla cosas raras sobre un resguardo para la soledad; le repito que
es muy extraño un hombre solo cargado de piedras en la noche.
- Pero sargento Oscar,
son sus piedras… ¿Es que usted no tiene la suya?
- ¿Cómo dice oficial de
guardia….mi piedra?
- Claro, su piedra. Todos
tenemos una piedra escondida para esos enredos de la vida.
- Oficial, no sé si usted
juega conmigo. No entiendo nada.
- No se haga el
comemierda sargento Oscar, usted sabe que todos en este mundo tenemos nuestra
piedra. No puedo entender cual es su situación con el ciudadano, pero sabe que
llevar la piedra encima no es delito. Yo no puedo creer que no sepa nada.
- No oficial de guardia,
no entiendo nada de lo que ocurre.
- No me joda. ¿Usted vive
solo o está casado?
- Vivo con mi esposa y
mis dos hijas.
- ¿Y no ha visto nunca
las piedras de su esposa y las pequeñitas de sus hijas?
- Claro que no oficial.
Me confunde.
- ¿No sabe que todos
estamos preparados para subsistir? Busque, busque entre las ropas de su mujer,
debajo de la cama, en el escaparate de sus hijas.
- Si, recuerdo ahora que
he visto una piedra negra debajo del colchón.
- Claro Oscar, es la
piedra de su esposa, la que lleva a todas partes escondida entre sus cosas de
mujer. Yo tengo la mía en la funda de mi pistola, y cada vez que estoy en
apuros la acaricio. Pero dígame, porque me deja con mucho asombro. ¿De verdad
que usted nunca ha tenido su piedra? ¿Cómo ha podido sobrevivir en este mundo,
combatiente?
- No sé, no sé oficial.
Estoy muy confundido. No sé qué hacer. No entiendo nada de lo que me está
pasando.
- Mire, primeramente
suelte a ese hombre que camina feliz con su resguardo; luego cuando regrese de
la guardia operativa, busque su piedras en el río, entonces verá que la vida
será más fácil.
- Es que me siento
ridículo con eso de tener una piedra negra en mi bolsillo; tampoco creo que
todos posean una.
- ¿No? Entonces, sargento
Oscar, la vida fuese una mierda; no conozco a quien que no tenga a buen recaudo
su pequeño guijarro; de hecho, no entiendo cómo usted ha podido vivir treinta
años de su vida tan solo. Mire, le doy un consejo: busque su lugar en la
tierra, hágase de su pedrusco lo más rápido que pueda, todavía está a tiempo.
Suelte al ciudadano y dedíquese a buscar su seguridad.
- Está libre ciudadano
Santiago, puede marcharse.
- Gracias oficial.
- Lamento lo ocurrido,
aunque no entiendo nada de lo que está pasando.
- Sí señor, ya escuché
por su radio que usted no tiene piedra; posiblemente es el único en este mundo
que está solo.
- Yo no me siento solo.
Tengo mujer e hijas.
- Claro, pero ellas
tienen su resguardo, y además… ¿nunca se ha sentido como alejado de todos, aún
en medio del gentío?
- Sí, es verdad.
- Claro, es que la
soledad no tiene que ver con la esposa ni los hijos ni con nadie; la soledad es
algo personal que se lleva a todas partes.
- Entonces para qué
necesito la piedra.
- No sé oficial. Ni
siquiera puedo saber si funciona, pero todos tenemos una piedra y basta. Aquí
tengo muchas, tengo la de la soledad incurable, esta otra para la esperanza de
una relación amorosa, la pequeña te ayuda a dormir cuando estás desvelado y la
cama se te convierte en un campo de fútbol. Tengo esta muy especial, su misión
es recordar que estoy solo y que necesito las otras piedras.
- Ya veo. En fin, puede
marcharse. Tenga buenas noches.
- Buenas noches oficial.
- Ah… ¿No podría
regalarme una piedra de las suyas? Digo, si puede.
No hay comentarios:
Publicar un comentario