lunes, 14 de agosto de 2017

Sábado


Son tan aburridos como los domingos pero nadie lo sabe, o al menos no quieren saberlo y se inventan reuniones y fiestas que no atenúan el tedio. Estamos irritados y no hay ni un buena peli en la TV. Tenemos una botella de ginebra y en el bafle cantan los Cowboy Junkies, pero nadie le hace caso, ni siquiera a la botella de ginebra. Es sábado.

Hemos intentado jugar al ajedrez, al dominó, a jugar a mentir, a toquetear entre todos las piernas de Yoanna, pero ella también está aburrida, y no da gusto.

Afuera, sentados en el quicio de la puerta, están los malditos revendedores de dólares con su conversación vacía. Hablan de fútbol, de Cristiano Ronaldo y del precio de los jeans en el mercado negro. Nos miramos con odio. 

¿Y si matamos a un imbécil de esos? Dice Yoanna. Asentimos los cuatro. Sería un buen sábado.
Abrimos la puerta y agarramos por el cuello a un revendedor. Yoanna lo hala con fuerza mientras nosotros, apenas entra el cuerpo y se cierra la puerta, lo apuñaleamos con regocijo, tapándole la boca para que los quejidos no se escuchen en la calle.

En pocos minutos la sala es roja por la sangre. Nosotros también. Evitando que el charco salga por la puerta, nos quitamos las camisas, Yoanna la blusa, y sellamos la rendija.

Ahí está el cuerpo muerto del usurero. Le revisamos los bolsillos. Tenemos cientos de dólares y miles de pesos cubanos en la mano, rojos también, sanguinolentos y valiosos. Decidimos botarlos a la basura, pues no somos ladrones, solo un piquete aburrido que quiere pasar una buena tarde de sábado.

Con maestría improvisada lo descuartizamos, y en pocos minutos, del revendedor de dólares quedan en la sala cinco grandes bolas de carne. No sabemos qué hacer.
¿Y si lo cocinamos? Sugiere Yoanna nuevamente. Volvemos a asentir. 

Surge la idea de un asado con cervezas importadas, una barbacoa con los amigos tan aburridos como nosotros. Los invitaríamos al caer la noche. Así la música será mejor recibida y los Cowboy Junkies tendrían un buen público.

Surge un problema muy serio: Nadie quiere comer el cuerpo sudado de un hombre desagradable, solo Yoanna está dispuesta, claro.

Embadurnados en sangre, y preocupados por la carne de la fiesta, nos sentamos alrededor del cuerpo dividido, tratando de darle sentido a la tarde.

No, no es lo mismo. Sería mejor tomar Ginebra y cerveza comiendo tiras de carne de una doncella joven y limpia. Estamos convencidos, menos Yoanna, claro.

Nos volvemos a mirar. Ahora con una complicidad machista. Al final, pase lo que pase, una tarde de aburrimiento puede propiciar un descubrimiento tenebroso, sobre todo si el hallazgo siempre ha estado ahí, esperando por nosotros. No lo pensamos dos veces. Fue como un aviso interno o una conexión fabulosa que surge de la nada, o del tedio.

Tomamos rápidamente a Yoanna por los brazos y antes de que se dé cuenta de lo que pasa, recibe en su pecho tres puñaladas certeras. En pocos minutos está dividida en pedazos y deshuesada, lista para una buena parrillada.

Nos vamos a bañar y ponernos elegantes. Encenderemos el fogón y vamos a cocinar dos buenos guisados, uno para las muchachas que vengan a la fiesta, con la carne del imbécil del revendedor de dólares y el otro caldero con la suave carne de Yoanna. Así podremos, aunque sea por unas horas, disfrutar de este maldito sábado, que a fin de cuentas, es tan aburrido como los domingos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario