lunes, 15 de enero de 2024

El mundo enloqueció después de la pandemia. El mundo siempre ha estado medio loco, y Cuba, con la hipersensibilidad que posee para entrar en problemas, colapsó. 

Bueno, Cuba sigue ahí, rodeada de mar... sí, de mar ¿no me creen? Es una isla con  olitas que acarician morbosamente la arena y el diente de perro, y que de vez en cuando, bañan los zapatos perdidos de algún emigrante ilegal que se lanzó buscando futuro. 

El mar encrespado es terrible, pero la tierra hirviendo es peor. 

Resulta que la isla hierve, y aquellos días llenos de esperanza de un futuro mejor, se fueron por el tragante porque vivíamos al día, sin un peso para suplir las necesidades del pueblo, y los cuatro dolaritos que el estado enterró en el patio, en un rapto de locura y ansiedad los gastó construyendo hoteles desfachatadamente caros, que son visitados diariamente por turistas intangibles y fantasmagóricos. Nadie los ve, y la economía, que desde hace décadas tiene la alarma en rojo punzó, depende de esos espectros y de las artimañas de un grupo empoderado que le interesa más la propaganda política que resolver problemas.

Cuentan que el Período Especial de los 90’s fue un juego de niños, una mala racha y un spoiler sobre el parque jurásico en que se ha convertido Cuba. La gente perdió la fe, la esperanza y la caridad, y todo porque los escalones de una sociedad justa, están invertidos.

No hay nada —o no debe haber nada— más sagrado que el pueblo. Un gobierno que no asuma tal cosa es un gobierno fallido. Pero en Cuba el objeto sagrado es el PCC. Cuando eso sucede, algunos dejan de llamarse “pueblo” y se convierten en entes superiores, y la pizza de queso se reparte mal.

Hace par de meses viví una huelga en Berlín. El pueblo salió a la calle gritando desaforadamente, y la policía ayudó al torrente humano, tratando por todos los medios de que los manifestantes no sufrieran daños por el tráfico, por falta de agua, etc. 

Ahora, algún sesudo me podría decir que, claro, es el pueblo exigiendo derechos dentro de un Capitalismo cruel. Yo le podría responder que este Capitalismo cruel, imperfecto como todo en esta tierra, ha pasado por crisis inmensas desde la post guerra, y ha llegado a un punto, después de la implantación de medidas reales, donde el respeto a los derechos del pueblo son sagrados.

¿Cuál es el problema de que en Cuba es imposible decirles cuatro verdades en la cara a los dirigentes? 

¿Por qué es punible que miles, cientos, una decena o un alma sola, le diga a los que mandan que son unos inútiles?

Muy fácil: son el objeto de adoración, en un panteón lleno de dioses surgidos en una gesta “heroica” que ha dejado al país más seco que una mesa de billar. 

Son sagrados porque la primera acción de un sistema totalitario es sacralizar a sus representantes, a los funcionarios de primera y segunda categoría, a los dirigentes pueblerinos y del barrio. Todo esto acompañado por un ejército que no sabe nada de la vida política del país, y unas legiones de esbirros y chivatos que saltan de flor en flor buscando miel.

Los presos de conciencia en Cuba también ejercieron sus derechos, y los resortes que se activaron en contra de las manifestaciones en las calles, son pruebas de las carencias conceptuales y espirituales de un gobierno que, como decía mi abuelo, ha metido la pata hasta el gollete, pero su única estrategia es callar al pueblo, porque sabe que si los deja gritar, se rompen los objetos sagrados que están en la mesita, y aparecerán otras vías para encauzar la energía y mitigar el hambre y la miseria.

El mundo está loco, en verdad, pero más locos están los gobernantes cubanos, aliándose a cuanto eje del mal aparece en el paisaje, buscando préstamos, unos dolaritos para poder aguantar un poco, tan solo un poco más, hasta que el prestamista quiebre y aparezca otro dispuesto a seguir enviando donaciones. 

Después, cuando el cofre está por la mitad, comienzan a construir más hoteles, a fomentar guerrillas por el mundo, y comprar cohetes. (Esto de los cohetes no lo tengo muy claro, pero he leído algo sobre el tema, y tampoco me asombra)

Después de tantos años de promesas incumplidas, de planes,  de reajustes, de parches, de reordenamientos apocalípticos, y viendo el patrón de comportamiento de un gobierno que prefiere cualquier cosa menos considerarse servidor y esclavo del pueblo, Cuba, por el camino que va, no tiene redención. 

¿Qué podemos esperar de un gobierno que no puede escuchar la palabra Libertad porque le causa temblores y espasmos? 

¿Cómo llamar a un gobierno que le teme al Internet, chequeando a cada usuario para saber cómo piensa, y que se altera cuando hay protestas, pero aplaude las que suceden en otros países?

¿Qué podemos decir de un país donde se eliminó el  desayuno, donde no hay pan, donde el pueblo camina hambriento, buscando desesperadamente algo de comer, pero se hacen banquetes oficiales y a la vista de todos? ¿Qué podemos esperar de un país donde el sueño de la población es largarse lejos porque siente que Cuba es una pesadilla?

En el palacio saben que esas son las preguntas de casi todos, pero callan, y prefieren, además, invertir en armas, toletes, y autos para la policía con el fin de reprimir manifestaciones. 

Quieren seguir moviendo la noria, a pesar de que la decepción es masiva, porque todavía se consideran sagrados. Pero lo sagrado también muta, como han mutado la religiones ancestrales, como han mutado los dioses antiguos, adaptándose, creando campos magnéticos con otras doctrinas, acelerando sus pulsaciones, porque los dioses también pueden morir de olvido y de soledad cuando los devotos sienten que adoran a un Dios mudo e ineficiente. 

Lo único sagrado que queda en Cuba, es su pueblo hecho leña, que todavía es capaz de reír y hacer bromas a pesar del hambre, la miseria y la imposibilidad de gritar bien alto.


Foto: Momento en que bajan la estatua de Isabel II. Parque Central de La Habana. 1899


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