lunes, 15 de enero de 2024


En el año 1965 mi padre fue arrancado de la familia y enviado a la cárcel. Era la llamada “Primavera negra Bautista”, cuando 65 pastores fueron a prisión con sanciones mínimas de  12 años, acusados injustamente, entre otras mentiras, de colaborar con el gobierno de Estados Unidos.

De la primavera negra Bautista se ha hablado poco; el paso de los años, incluida la muerte de casi todos los sancionados, ha dejado un velo cubriendo la historia.
Casi todos los pastores estuvieron al menos 4 años presos. Recuerdo las visitas dominicales, cuando mi madre, que asumió el pastorado de la Iglesia, nos llevaba a la prisión de Ariza, y parados en un fanguero, para diversión de los oficiales, esperábamos a que el viejo apareciera en la puerta para disfrutar la corta visita.

Flaco, pálido y nervioso, como todos los prisioneros, muchas veces contó que los ponían en el paredón de fusilamiento y creaban la atmósfera para que pensaran que iban a morir, y después del disparo de los fusiles, con balas salvas, los llevaban a las galeras entre las carcajadas de los oficiales y soldados.
Cuando fueron puestos en libertad, por presiones internacionales del Consejo Mundial de Iglesias, entre otras instituciones, mi familia continuó sufriendo la segregación, y a mí me quitaron becas y posibilidades de practicar deportes por ser hijo de pastor Bautista.

Tengo el trauma incorporado eternamente, de manera que, cuando algún funcionario cultural o político me miraba de reojo, lo primero que pasaba por mi mente es que soy hijo de religiosos.
Pero hoy veo esto que publicó el Granma hace unos días, y aunque ya casi nada me asombra, pienso que la desfachatez debe tener un límite.

¿Por qué mienten tan descaradamente como si no existiera una memora colectiva que sabe y vivió la verdad?
Todo el pueblo cubano recuerda la persecución que sufrieron los que no se doblegaron y continuaron asistiendo a las iglesias y centros espirituales de cualquier denominación, incluidas las religiones afrocubanas. 

Cuando recuerdo los domingos en la noche, en la iglesia Bautista, pienso en los huevazos habituales que entraban como misiles, lanzados por personas que disfrutaban total impunidad. 
Este artículo publicado en el órgano oficial del PCC, solamente logra que otro cubo de escombros caiga sobre ellos, pues la mentira nunca podrá ocupar el lugar de una verdad tangible.




No hay comentarios:

Publicar un comentario