domingo, 31 de marzo de 2024


Sobre el libro "Cierre de los cielos", de Manuel Sosa.


ORATORIA SIN CIERRE

Por Juan Carlos Recio. 

Para un lector con curiosidad, la premisa de lectura ante Manuel Sosa, está obligada para ser distinguida por la agudeza. 

Sea poesía o análisis, desde “gentiles” hasta la fecha, con Cierre de los cielos, su último libro, sin pretensiones de cumplir un oficio de autor de templo de culto, Sosa transpira su versificación con dominio no solo de la estructura de su lengua de origen, usa siempre en la precisa, lo comedido, lo exacto, lo completo, tanto en sus presupuesto formal como de contenido, presenta las razones que mantienen filosofía y existencia como caudales de un escritor que se conoce a fondo, no escuda la responsabilidad de ser un escribidor sobreviviente,  y contrario a los vicios más marcados que preceden de su generación, (que fueron y son) disposiciones oblicuas de la metáfora, el encabalgamiento de ideas y emociones “venaculares”; a la que por suerte Manuel Sosa no obliga, y como el hombre útil que se auto representa, no necesita acotarse. 

De hecho, para ser recordado desde esos aspectos generacionales, el autor es gentil sobre una línea que transgrede siempre lo que sea auto correctivo o en su detrimento corrosivo al lenguaje creado por sus códigos. 

Por múltiples sentidos de peso y ascensiones, un cierre, (que en mi opinión lejos de culminar es el asecho de su poesía), Ante los cielos y la tierra, el lector acude, ante el principio de una u otra etapa de su proceso cíclico,  de hombre casi mayor de grado literario, en posesión de criterios sin supercherías ni  vulgaridades, aun cuando del carácter inmediato de dialogar, lo arrima solo,  sobre espectros muy bien consagrados en los tiempos atemporales, (que todo oficiante de conocimiento), puede darse el lujo de atesorar, aunque veo muy difícil pueda repetirse,  desde alguna sublimación de su estado empírico. 

Dicho de una manera coloquial, en Cierre de los Cielos,  Manuel Sosa nos sacude con un manual de compilaciones,  con el auxilio perfecto de su narrador,  que sin caer en el yo exacerbado (inexistente por cierto, desde algún marcador retórico), lo incluye de forma magistral, desde otra persona que habla con la misma facilidad, con la que el autor provoca esas geometrías de un juglar,  que no arriesga su vida y prestigio, aunque juega al disparo mortal,  porque lo conspicuo se fusiona con lo sabio, y la mentalidad de orfebrería, no es en su caso una actividad resiliente cualquiera, el poeta ha vivido las experiencias con dominio de lo consecuente, tanto desde meditaciones metafísicas como de saberes donde su emblemático curso es la representatividad siempre cruzada con lo anecdótico, con el prisma de lo que nunca es efímero y también con el manejo de una ironía que acontece desde su coexistencia natural; muchas de las demandas, en las que la mente de un ser pensante a su altura,  ha decidido marcar territorio, un terreno no baldío de situaciones que se convierten en momentos extraordinarios de aprendizaje, y por qué no, de supresión de compromisos ambiguos o superfluos. 

No me interesa detallar las segundas y terceras lecturas hechas con placer,  ni nombrar los momentos cruciales de algunos textos sobre otros, porque la armonía del libro  es que cada pieza funciona por su propiedad de lo innato, y sobre la elemental de toda la matemática del libro, que crea una atmósfera suficiente para ser tomado tal cual es, un compendio donde fluye además, de la oratoria circunstancial y humana, la de un hombre lucido en todos los aspectos existenciales y de sobrevida. 

Juan Carlos Recio Martínez.


Dos poemas del libro "Cierre de los cielos":

RAVEN

La fuerza del ala

vence la fuerza del hambre,

y la cuidadora que busca imantar

el color del cuervo

o seducir su esquivez

me confiesa su fracaso,

como si existiera otra naturaleza

que se resiste, y no hay alimento

o trampa

capaz de hacerla cambiar.

La ventana abierta,

el segundo en que

incauta el ave

se posa.

Podrás retener el símbolo

y el brillo instantáneo

pero está el argumento del ala

y el espacio abierto

como la única seducción

posible.

Y así, nunca será tuya.


RESGUARDO

Tengo un método para callar

y sentir la proximidad

del acorde por insinuarse.

Que usen mi voz

los visitantes de memoria infalible

y las copas vacías

sobre el tablero.

Permanece la estación

sin traer su propia música

cercando esta casa,

impidiendo que yo diga

lo que sobra, lo explícitamente

consabido.

El frío, sí, armoniza

algunos silencios que me faltan.

Y el abrigo sólo puede

integrarse a la razón de lo fugaz

aceptando ser alivio

recreado en palabras

que apenas van más allá

de su puro concepto.

Y entonces agregar: mordaza,

claustro, inaudible.

Respirar, elegir un mundo

donde vibra el dolor de la renuncia,

y sepultarlo.



"Cierre de los cielos". Manuel Sosa. 2024
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